El inglés, lengua que pertenece al grupo germánico, concretamente a la rama occidental, es el segundo idioma más hablado del mundo con unos 440 millones de hablantes. Este dato ya es contundente de por sí. No obstante, la hegemonía del inglés como lengua universal por encima del chino mandarín se sustenta en otras circunstancias socioculturales muy diversas. Se estima que aproximadamente unos 400 millones más de personas tienen al inglés como segunda lengua y que varios centenares de millones más cuentan con un conocimiento básico de la misma. La importancia del inglés como lengua de referencia en la sociedad actual es, por tanto, innegable. Esta hegemonía parte del hecho de que es la lengua oficial de países con tanto peso internacional como Reino Unido y Estados Unidos y, además, tiene un estatus de oficialidad o semioficialidad en otros cerca de 70 países de los cinco continentes.
El inglés, por tanto, se ha encumbrado como la principal vía de comunicación para las relaciones internacionales y se ha impuesto en terrenos como los medios de comunicación, Internet, aerolíneas internacionales, negocios, diplomacia, turismo, estudios y trabajos de todo ámbito cultural que necesiten alcanzar una cierta difusión, etc. Por lo tanto, es indiscutible su estatus de lingua franca en la sociedad contemporánea actual, lo que hace necesario el dominio y el uso del inglés para lograr la mayor repercusión posible.
El peso del inglés en el sector de las traducciones es vital. Es recomendable para cualquier empresa que sopese la posibilidad de ofrecer todos los contenidos que pretenda dar a conocer (página web, publicidad, documentación interna, etc.) como mínimo en esta segunda lengua, considerada como universal, para poder alcanzar así una cierta difusión. Para ello, es recomendable contactar con un buen profesional. La traducción consiste en interpretar y conocer a fondo un texto en una lengua de partida, para producir un texto fiel al original y con un significado idéntico en otra lengua de llegada. La traducción por tanto, se basa en dos fases, una de comprensión del texto original y otra segunda de expresión, en la que se recodifica el sentido original en la lengua traducida. Es vital que el traductor mantenga la llamada “unidad de traducción”, que se basa en casar el sentido del texto original con las palabras que forman la propia traducción. Para llevar a cabo este proceso, el traductor requiere un conocimiento profundo de la gramática, de la sintaxis y de la semántica de la lengua de origen, y además debe conocer a fondo la cultura de sus hablantes. Estos mismos conocimientos del traductor deben ser incluso más profundos respecto a la lengua de llegada ya que el texto producido o la traducción es, en si, la obra del traductor. Por tanto, es recomendable e incluso casi obligatorio que los traductores traduzcan a su lengua materna. Por último, también es muy recomendable que los traductores tengan un conocimiento considerable de la temática que domina el texto, sea esta técnica o no.
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